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Un no-ensayo corto sobre la Inca Kola aprobada por la gente saludable

No recuerdo muchos lugares, ni tampoco muchas voces. Mi memoria es portuaria en su resolución. Pero es más fácil recordar lo depresivo antes que lo feliz. Entonces, mi cerebro, normalmente en siesta, recibe una lucidez solo vista en Windows XP. Me veo ahí, al frente de la máquina de gaseosas. El día es preferible no contarlo. La hora, sagrada en la costumbre católica. Una extranjera parada deduciendo el difícil arte de distinguir 5 soles y billetes de 10. Así que me toca a mí dar el paso valiente. " En avant, toujours en avant " hubiera dicho Jorge Chávez. O no. No sé. No sé francés. Meto mi sagrada moneda de 5 soles, la única que me quedaba luego de mi agónico regreso de Santiago, en dónde tiré a su suerte mis ahorros por una esperanza a que alguien me dijera que me quiere, porque dentro de mi ironía al final sigo siendo un pez ahogándose en sueños aéreos.

You've got mail

Se sentó a escribir sobre cómo la extrañaba. Pensó en "cómo brisa de playa en el verano", pero muy gentil. Pensó en "cómo el primer trino de pájaro al inicio de la primavera", pero muy cálido. Pensó en "cómo una carta enviada que demoró en llegar", pero muy trágico. Luego, le llegó una notificación de WhatsApp.

Medallones

La carne se encontraba perfectamente empaquetada. Sin ninguna mancha rara, sin ninguna contaminación sospechosa aparente. La textura se veía perfecta, jugosa e invitadora. No habían rastros de manipulación. Ni siquiera una indicación normalmente advertida en la industria alimentaria: Un olor feo, una mancha fea, nada feo. Y sin embargo Dalila sospechaba que esta no era la carne que ella había pedido. Hace dos semanas, el señor Milón había fallecido de causas esperadas y normales. O eso decía el registro, al menos. Andaba medio cardiaco y uno de sus regordetes pies ya estaba al otro lado, dirigiéndose hacia un whiskey infernal como tanto le gustaban. Viendo que normalmente los papeleos póstumos demoraban cuanto tiempo quisiera el ente estatal encargado, y Dalila no tenía tiempo para ello, prefirió dejar ese proceso en manos de su sobrina. En dos días, Elena aparecería con un certificado de calidad de la carne de su tío. El cuerpo había sido llevado a una empresa llamada "Umami Den...

Avedis

En el lugar del accidente solo se escuchaba un ruido lejano suave, de esos que manifiestan lo alejado que uno está de cualquier centro urbano. Si hubiera sucedido en el centro de la ciudad o en uno de esos barrios populosos, habría más conmoción, más desesperación y más caos. Pero cuando el atropellado es un chibolo de esos perdidos andando fuera de la ciudad sin rumbo y sin plan, la desesperación no es necesaria. Eso solo lo consiguen los que pueden sacar una cita para los accidentes. Sasha pensaba muchas cosas acerca de Avedis. Habían sido patas de colegio, unidos por un gusto extraño por los piques de motos levitadoras, las luces de los raves que hacían a la entrada de Nuevo Villa el Salvador y la música rock, un género que andaba de capa caída en sus días. Entre Sasha y Avedis habían logrado amasar una colección importante de récords antiguos utilizando métodos aceptables y caches algo ilegales, pero era algo de lo que se sentían orgullosos. Pronto fueron ganando fama de rockeros e...

El anarquismo depresivo

En estas épocas de discusión política, ya se hace imposible andar por la vida sin una etiqueta que te defina. Un título sacado con el mínimo de esfuerzo. Si antes los comunistas tenían que tragarse un libro tan complejo y denso como El capital , basta en la actualidad con haber visto un par de vídeos en YouTube para poder definir tu postura política. Un test online sacado del culo te da tu nombre rimbombante. ¡Y voilá ! Ya tienes definida tu forma de votar, la gente a la que adorarás, tu grupo de amigos y eso. Yo, ama de lo indefinido que se quiere definir y huidora profesional de los hashtags y la cinta de embalaje de la sociedad, tiemblo ante la pregunta de "¿y como te consideras políticamente?". A mi también me gustaría saberlo. Porque a veces ando por la vida disfrutando del libre mercado, y otras se me malogra la batería del celular y tengo que quedarme cara a cara ante la miseria de un país tan bananero como el Perú.

La epistemología del pato asado

Mis primeros recuerdos de comida china en Lima no estuvieron asociados al sabor, sino más bien a la fascinante posibilidad de poder compartir esa cena tardía con una buena partida en un Nintendo 64 para las masas, ubicado en el chifa de mi infancia. Ya desde esos tempranos pininos podría haber observado, si hubiera querido, el rasgo intelectual de estas visitas. Sería a ritmo de lloriqueos, que hubiese logrado la titánica labor de memorizar la tabla de multiplicar, gracias a un poster que fue obsequiado por ese mismo chifa que me hacía caer en el vicio. Y si hubiera sido algo más adivina, quizá me hubiese dado cuenta que el chifa siempre iba a estar ahí, como agente intelectual en mi vida, así como en esos lejanos días de vacaciones me enseñó a multiplicar. Pero el Nintendo 64 simplemente alejaba mi mente de cualquier pensamiento profundo que podría tener relacionado con comida china.

OctoPI

Años de intervención humana se reducían en el acontecimiento que veía Abel en ese momento: Un pulpo enseñando transportes submarinos sostenibles. La clase maestra, para colmo de males. Un amplio auditorio, temperado, con paredes grandes, capacidad para cientos de alumnos. Ahí estaba el invitado de honor, en su traje adaptado a la vida terrestre, hecho especialmente para que criaturas cómo él puedan movilizarse por tierra. Era una especie de exoesqueleto, con una coordinación motriz fina excepcional, que hacía que cada uno de los movimientos del cuerpo artificial humanoide sean calculados y precisos. La voz que producía el cuerpo era genérica, y era la voz humana más estándar que uno podría imaginarse, con un acento mexicano algo inexplicable.