El anarquismo depresivo

En estas épocas de discusión política, ya se hace imposible andar por la vida sin una etiqueta que te defina. Un título sacado con el mínimo de esfuerzo. Si antes los comunistas tenían que tragarse un libro tan complejo y denso como El capital, basta en la actualidad con haber visto un par de vídeos en YouTube para poder definir tu postura política. Un test online sacado del culo te da tu nombre rimbombante. ¡Y voilá! Ya tienes definida tu forma de votar, la gente a la que adorarás, tu grupo de amigos y eso.

Yo, ama de lo indefinido que se quiere definir y huidora profesional de los hashtags y la cinta de embalaje de la sociedad, tiemblo ante la pregunta de "¿y como te consideras políticamente?". A mi también me gustaría saberlo. Porque a veces ando por la vida disfrutando del libre mercado, y otras se me malogra la batería del celular y tengo que quedarme cara a cara ante la miseria de un país tan bananero como el Perú.


Habiendo realizado estas observaciones, haciendo una búsqueda que ni al mismísimo Siddharta se le puso al frente y con toda la pomposidad de político de los setentas, llego a la conclusión de que ni fi, ni fa, que yo soy una anarquista deprimida.

¿Cómo? ¿Anarquista deprimida? Y es que este es el nombre que combina pefectamente lo que pienso que debería de hacerse con el Gobierno con lo que estoy haciendo en el presente para ese proyecto: Nada. Una amalgama de lo que grita mi cerebro, ese hermoso órgano que no puede cerrar el pico, y mi cuerpo relleno de pan con chorizo. Una perfecta anarquista deprimida.

El anarquismo deprimido es la ideología política que te lleva a llamarte anarquista porque Kropotkin usa la palabra "pan" en el título de su obra. Es la ideología de los socialistas que piensan en la opresión del proletariado pero se dan cuenta que no pueden hacer ni mierda e igual compran en AliExpress, símbolo de la opresión del proletariado chino. El anarquismo depresivo analiza la coyuntura actual y concluye que no hay mejor solución que andar calato por las calles con olor a ojete. El anarquismo depresivo es pensar todo esto en un Starbucks. El anarquismo depresivo es bajar los hombros ante el capitalismo y la desigualdad, y retirarse a tirarse a una cama a seguir leyendo. Al fin y al cabo, si fueras feliz, no serías anarquista, y si amaras el capitalismo, no estarías deprimido.

Ser anarquista deprimida no es fácil, pero encuentro que acomodarme debajo de sus alas no es tan sofocante como otras etiquetas, como libertaria o feminista. En el anarquismo deprimido tengo derecho a molestarme y a estar triste, a tirarle un puñete a otro anarquista deprimido porque estar deprimidos justifica nuestras acciones y malos hábitos. En el anarquismo deprimido no debo de fingir compañerismo con nadie porque nuestras depresiones impiden cualquier colectivismo endeble y nuestro anarquismo impide la creación de jerarquías basadas en criterios estúpidos.

En el anarquismo deprimido somos libres de ir con nuestra nube gris llena de lluvia por todos lados. Es una ideología política que te permite ser un ente autónomo en una época de tiranías colectivistas débiles, de criterios posmodernos que, oximorónicamente, son determinantes. Es el anarquismo deprimido el que guía mis decisiones y, de manera mejor explicada, mis aspiraciones. 



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