Avedis
En el lugar del accidente solo se escuchaba un ruido lejano suave, de esos que manifiestan lo alejado que uno está de cualquier centro urbano. Si hubiera sucedido en el centro de la ciudad o en uno de esos barrios populosos, habría más conmoción, más desesperación y más caos. Pero cuando el atropellado es un chibolo de esos perdidos andando fuera de la ciudad sin rumbo y sin plan, la desesperación no es necesaria. Eso solo lo consiguen los que pueden sacar una cita para los accidentes.
Sasha pensaba muchas cosas acerca de Avedis. Habían sido patas de colegio, unidos por un gusto extraño por los piques de motos levitadoras, las luces de los raves que hacían a la entrada de Nuevo Villa el Salvador y la música rock, un género que andaba de capa caída en sus días. Entre Sasha y Avedis habían logrado amasar una colección importante de récords antiguos utilizando métodos aceptables y caches algo ilegales, pero era algo de lo que se sentían orgullosos. Pronto fueron ganando fama de rockeros entre sus círculos, como si fueran alienígenas en un mundo de música electrónica y trance para pastrulos. Viendo que habían personas interesadas en lo suyo, una tarde de chelitas y música, Sasha propuso hacer una banda. Algo pequeñito. Algo para pasar el tiempo ya que ya habían salido del colegio y chambear no estaba aún en los planes. Podrían cachuelear unos cuantos nuevos intis y gastarlos en comidita, pues. Y Avedis accedió.
Para Sasha, la escencia del rock estaba en la guitarra. Para Avedis, lo importante era que su madre no lo atrapara tirándose la pera de la academia pre-universitaria. Así fue como se decidió que Sasha iría a las guitarras y Avedis iría a la batería. Solo faltaba un bajo para ser un power trio como los que dios mandaba, y este vendría en la forma de Jhon Duarte, un amigo en común de ambos que tenía la talla, complexión y talento musical de un rockero punk de la antigüedad, con el añadido de ser talentoso para reparar máquinas de sonido y experimentar con parlantes y demás. Y así es como terminarían conformándose Bored, la única banda de rock a kilómetros a la redonda.
Bored resultó siendo un éxito, ya que eran únicos en su tipo: No habían llamado a nadie más, solo eran ellos tres. Y los sonidos que producía esa guitarra distorsionada eran novedosos para un público que solo conocía el ta ta ta traaa de la música electrónica del momento. Fueron de centro cultural en centro anti-cultural, mostrando su propuesta fresca de tres míseros acordes y voces que no hacían ninguna armonía. Pero eso le fue gustando cada vez más al público y pronto se estaría hablando de un nuevo surgimiento de interés en el punk rock, tan panqueque como podía ser uno en los barrios suburbanos de una NeoLima que prefería centros infestados de torres altas y luces neones obstaculizadoras para los rechazados de la periferia. No era sorprendente, entonces, que justo en esa perifería neona surgiera una pequeña explosión de música y actitud punk.
Al día siguiente iban a dar un salto enorme. A Sasha le habían dateado que un organizador de uno de los eventos alternativos más populares estaría visitando el local en donde iban a tocar esa noche. Sabía de ellos y se había sentido atraído por la idea. Era la oportunidad que esperaba Bored para dar un salto a algo más seguro en esto de la música local. La banda había estado ensayando tanto para ese momento. El nuevo material estaba brutal, y el antiguo había sido refinado para que se oyera mejor que nunca.
Todo esto pasaba por la cabeza de Sasha viendo a Avedis tirado en el suelo, con un cuerpo demolido y con gemidos de dolor que invadían su oído. La visión de los sueños rockeros con su pata del alma pasaban por su cabeza y, por primera vez en su vida, siendo honesta consigo misma, Sasha tuvo miedo. De pronto sintió estos sentimientos por los que los ricos pagan para jamás experimentar: sudor en las palmas, ligereza en la cabeza y náuseas.
Avedis solo alcanzaba a verla, a decir débilmente que todo le dolía, y Sasha quería saber qué más podía hacer aparte de acariciar su mano, de decirle que iban a buscar ayuda. Pero qué más iba a hacer si solo era guitarrista en una banda punk sin aspiración a nada más que seguir tocando con Avedis...
- ¡Sasha! ¡Sasha!- gritó Jhon Duarte detrás suyo, mientras una de esas manazas que se traía la sacudía lo más fuerte que podía un flacuchento panqueque - ¡Sasha! ¡Sasha! ¡Suéltalo! ¡Suéltalo!
Todo esto pasó porque decidieron salir un rato de su barrio, hacia la zona algo más campestre, buscando algo de privacidad para discutir planes y futuros. Sasha vislumbraba grandes presentaciones, vivir la vida de los rockeros que había leído en el intranet friki que era el Hades. Habían estado hablando de eso y no se dieron cuenta que el imbécil de Avedis tenía que regresar un rato, que había cruzado mal el monoriel, que se había quedado atrapado en la ruta por un mal movimiento. Pudo haber sido un tren más grande, pudo haberlo destruido completamente, pero quizá un dios inexistente y de buen humor prefirió ver una muerte más lenta.
- Jhon, ¡Jhon, carajo! ¡Jhon, tenemos que llevarlo a otro lado! - gritó entonces Sasha, saliendo del trance que le producía ver a Avedis en el suelo.
- ¿A dónde lo vamos a llevar? Sasha, suéltalo, solo nos queda acompañarlo y...
- No nos vamos de acá sin él, Jhon, ayúdame.
Entre los dos encontraron uno de esos garajes de lata abandonados, probablemente un sitio dejado atrás después de la construcción del monoriel. La luz de la luna entraba por un hueco del techo. Dentro había muchísima maquinaria oxidada, herramientas esparcidas y un olor de quemado, probablemente obra de otros muchachitos buscando un lugar para esconderse y realizar sesiones pseudoespirituales con sustancias dudosas. Era de esos sitios pequeños, a los que habitualmente entraban personas del lado maligno de vivir y que emanaba esa nostalgia industrial que pocas veces se veía en el nuevo mundo perfecto pero muy habitual en su parte de la ciudad.
Avedis seguía respirando con dificultad, gimiendo de dolor pero incapaz de moverse. Su color se había tornado tan pálido y moribundo que era evidente que no faltaba mucho para que soltara la poca vida que le quedaba. Jhon Duarte parecia anonadado ante la vista, y Sasha, luego de haberlo cargado hasta su nuevo refugio, recién pudo contemplar el rostro de Avedis. Sabía que la muerte se acercaba para el único baterista que iba jamás a tener Bored. Justo cuando estaban hablando de planes. Justo cuando iban a despegar a ser algo más. Qué injusta era la vida.
- Tenemos que hacer algo, Jhon. ¡Tenemos que hacer algo! - las exclamaciones de Sasha eran mucho más desesperadas de lo que ella hubiera querido.
- ¿Qué podemos hacer? ¿Qué se puede hacer? ¡No sabemos qué hacer en estos casos! ¡No somos médicos!
Ambos se rehusaban a pensar que la vida de su amigo y baterista se estaba yendo lentamente de sus manos. Verlo podía resultar doloroso pero hacían el esfuerzo. Nadie merecía morir solo, ni siquiera los perros. En medio de la batalla, Sasha escucha su nombre débilmente pronunciado.
- Sa... Sasha... Sa... Sasha - dijo Avedis en su lecho - Sa... Sasha... la... banda... Bo.. Bo... Bored...
Sasha se arrodilló al costado de su compañero, su colega, le tomó la mano y lo miró a los ojos fijamente:
- Avedis... Avedis, este no es momento para hablar de la banda. Te vamos a salvar.
Pero Avedis negó lentamente con la cabeza.
- La... banda...
- ¡Avedis, cállate, qué tiene que ver lo de la banda!
Era evidente que lo primero en lo que podía pensar su amigo era en la banda, en que su arduo trabajo detrás del kit iría a ser olvidado pronto. Bored podía conseguir otro baterista y él no seria parte de eso. Podrían tocar en mil festivales, y Avedis no iba a ser parte de eso. Sasha y Jhon Duarte entendieron ello perfectamente, entonces. Y, en un silencio sepulcral, ambos supieron que si algo mantenía a Avedis en el mundo de los vivos ahora, luchando por seguir, era la esperanza de poder ver el día que la banda crecía a algo más como el mejor día de sus vidas.
Jhon Duarte, entonces, se acerco a Avedis, lo tomó de la cabeza suavemente y le preguntó:
- ¿Es eso lo que quieres? ¿la banda?
Ante un lento asentimiento de Avedis, Jhon miró a su alrededor y luego a Sasha. Llevar a Avedis a un centro médico iba a ser virtualmente imposible, dado a que se encontraban a una hora de distancia de algún centro de emergencia y Avedis se sostenía a la vida de un péndulo. Pedir ayuda en un lugar que normalmente paraba vacío también iba a ser imposible. Solo quedaban unos pocos brillos de lucidez en Avedis, una ventana que tenían que aprovechar. Todo estaba en manos de Jhon y Sasha. Y si un talento tenía Jhon Duarte, era el de construir y manipular máquinas.
- Sasha, busca una cinta, tornillos y una caja de herramientas. Vamos a rehacerte, maldito. - exclamó Duarte y el par se puso a trabajar inmediatamente.
No era novedad escuchar sobre cyborgs en su mundo. Ya no era la tecnología preferida para vivir desde hace unos cientos de años, pero por años había sido la opción más viable. Convertir a personas en cyborgs se había vuelto conocimiento de todos los días, y si podías reparar un reloj, podías volver cyborg a la gente. Jhon sabía esto: el mismo se había implantado unidades en sus brazos con funciones de lo más ridículas (luces que se encendían y apagaban al ritmo de una canción por ejemplo). Por primera vez, sus conocimientos serían de uso para algo más grande: Tratar de traer a la vida a Avedis. Al menos por un tiempo breve.
En ese garaje abandonado, encontró un pequeño motor de pulsaciones que podía funcionar como reemplazo de corazón, normalmente utilizado en máquinas pequeñas y de funciones de mantenimiento que requerían aplicar o movilizar líquidos. Con ayuda de una luz ténue, logró que Avedis pudiera tener un corazón que seguía latiendo. Sasha, en vista de que no podía ofrecer ayuda tecnológica, ensambló unos cuantos tubos de plástico de poco diámetro y una botellas de vidrio abandonada en el lugar. Se punzó el brazo en una desesperación adrenalínica y, sin dolor alguno, pudo darle a su amigo de toda la vida medio litro de sangre del modo más artesanal posible y esperando que pudiera aliviar un poco al menos.
- Suficiente para que Avedis siga vivo unas horas más. Ese corazón artificial no va a poder resistir mucho, y los riesgos de infección existen. Tenemos que ir por más implementos. - dijo Jhon, con una cara sudorosa y cansada - Quédate con él, yo voy por más cosas.
Y Jhon Duarte salió del pequeño garaje corriendo, en búsqueda de un sitio cercano en dónde pudieran haber más herramientas. Avedis estaba en el suelo, con un rastro mínimo de consciencia, con ojos que se debatían entre quedarse o cerrarse para siempre. Sasha, sin saber qué hacer y sin haber sido la persona más cariñosa jamás de los jamases, se sentó a acariciarle el pelo y mirarlo con tristeza. Probablemente seria la única oportunidad que tendrían de tocar juntos, la noche siguiente de la que tanto hablaban. Luego de eso, ya no más Bored con Avedis en la batería. ¿Qué sentido tenía la banda si la otra mitad de la cabeza se iba? ¿Se acababa ahí el sueño? Claramente no para Avedis, que se sostenía con el último respiro que tenía. Sasha se aferró a su amigo y esperó al regreso de Jhon.
Horas después, Jhon vendría con muchas partes metálicas y una carretilla:
- Lo he pensado mucho en el camino. Vamos a incorporar en Avedis articulaciones mecánicas con lo que tenemos, lo llevaremos en esta carretilla y nos vamos de frente al club dónde es la tocada. Ahí vamos a incorporarlo a su batería.
Avedis emitió un gruñido de ultratumba y Jhon tomó eso como señal de que era mejor empezar a trabajar. Limpió su cuerpo con alcohol médico y empezó a ensamblar su diseño. Sasha solo miró por atrás como Jhon se esforzó en crear un ser mitad humano y mitad batería, en donde optimizó el cuerpo y las articulaciones que Avedis necesitaría para tocar la batería.
Tras horas de trabajo y de poco dormir, Jhon se alejó para contemplar su creación: Un cuerpo semi-consciente, con articulaciones enormes sostenidas por partes metálicas y atornilladas en el cuerpo y un corazón artificial improvisado a partir de lo encontrado en el garaje. Con mucha fuerza de su parte, Sasha y Jhon pusieron a Avedis en la carretilla, y empujaron al reciente cyborg en un camino largo y silencioso. La incertidumbre de si el plan funcionaría se apoderó del dúo, y Sasha, en su interior, solo rogaba que todo esto se acabara pronto. En su mente exhausta, tenía una ligera esperanza de que todo esto fuera un sueño, de que en algún momento pasaría algo fantástico que la traeria a la realidad y tendría la oportunidad de volver a tocar el timbre de la casa de su amigo para que baje ya. Sintió como sus mejillas volvieron a humedecerse, pero a pesar de que el dolor en los ojos era inmenso, sus lágrimas se acabaron rápido, y Sasha solo rogó para que lloviera en una tarde de verano, porque lo necesitaría para expresarse y no sentirse como un caño atascado.
La Falla era un club pseudoclandestino. Aparentemente, en una escapada de chibolos, los dueños actuales invadieron una de esas casonas antiguas que estaban fuera de la ciudad y que habían sido haciendas ostentosas de gente que quería alejarse de la vida urbana. Siendo que en la actualidad todo lo ostentoso de NeoLima estaba hacia arriba, los amos de dichas casas abandonaron sus construcciones y dieron pase a buscadores impulsivos de sensaciones fuertes. Los dueños actuales decidieron un día invadir, tapar el enorme hueco con unas maderas, poner otras tablas a modo de escenario y pintar las paredes con arte vergonzosamente urbano y ¡bam! tuvieron a la Falla. Muchos actos musicales tuvieron su inicio ahí, en la hacienda abandonada, encima de las tablas que fingían ser escenario. Y era por ello que muchos productores pequeños e independientes u organizadores de eventos alternativos iban a chequear si había algo novedoso. Nadie esperaba hacerse estrella del planeta en La Falla, eso estaba reservado para gente que pudiera costear tener los ojos verdes o una de esas payasadas genéticas reservadas para los de arriba. Pero si querías volverte popular en el círculo y tener una forma de distribuir tu música y expandirte a otros barrios de abajo en la galaxia, La Falla era un buen inicio.
Sasha y Avedis nunca quisieron hacerse ultra famosos, ya que tenían suficiente compensación con la adrenalina de estar tocando el prehistórico rock de tres acordes en un mundo de electrónicos. Así que consideraban a La Falla un sueño ideal en dónde podían hacer sus rutinas de sacarle el dedo medio a alguien. Llegar con Avedis semi-consciente dependiendo de un corazón artificial, partes mecánicas y sangre donada de modo muy artesanal encima de una carretilla no era el sueño sin embargo.
Jhon y Sasha llegaron en la oscuridad de las siete de la noche. Les abrieron la puerta, los saludaron y los invitaron a pasar a la parte de atrás del escenario. "¿Dónde está Avedis?" fue la pregunta de varios y "ya vendrá" fue la respuesta cortante de Sasha mientras rogaba de que la carretilla, en la oscuridad, pareciese que cargara con implementos y no con un cuerpo. En ese momento, lo importante era llevar a Avedis al fondo, a un lugar en dónde no los pudieran interrumpir y en dónde Jhon pudiera tranquilamente terminar el proceso.
- ¿A qué hora salimos?
- A las 10. - respondió Sasha - ¿Crees que se dieron cuenta de lo de Avedis?
- No, no, está bien oscuro aquí atrás, solo está ese foco, estaremos bien aquí. ¿Podrías distraerlos un poco? - preguntó Jhon haciendo un gesto con la cabeza hacia dónde los habían recibido - Voy a ir a la zona dónde está la bateria, incorporar a Avedis ahí y rogar que todo salga bien, supongo.
Avedis solo logró emitir otro gruñido débil, pero con la consciencia suficiente de que estaba en dónde quería estar y que iba a tocar la batería que queria tocar.
Sasha sacó dones de gente de dónde ella no sabía, e incitó a toda la comitiva de La Falla a tomarse unos tragos con ella y que no, que no se preocuparan por Jhon ni por Avedis, ya que ellos estaban ocupados seteando todo. Y sí, Avedis había entrado hace poco, ¿no lo vieron? Sosténganme un rato la chela. Por suerte, no había mejor combinación para que algo pase desapercibido como la oscuridad del local, el ruido de todos y un poco de alcohol. Sasha mantuvo la conversación de manera habilidosa, evitando que alguien reparara en que Jhon Duarte no estaba con ellos y que probablemente estaba ensamblado todo lo recopilado.
Había sido una buena idea haber llevado los instrumentos dos días antes, y haber preguntado a los de La Falla si podían ensayar ahí antes de su gran presentación. El cuerpo mitad vivo, mitad mecánicamente vivo de Avedis estaría acoplado a su propia batería, y Bored contaría con los instrumentos que le daban su característico sonido.
Luego de dos horas y media agobiantes, entre los palabreos de Sasha y los oídos mareados de su compañía, se escucharía a lo lejos un bombo y un tom. Excusándose, Sasha se dirigiría dónde Jhon Duarte y ahí, en la luz tenue del escenario que andaba probando luces mucho más coloridas que su ánimo, se erguía la máquina que había sido su amigo, unido en sus extremidades a su propia batería, con el corazón mecánico latiendo y con la cabeza gacha.
- Va a ir perdiendo cada vez más la consicencia. - explicó Jhon - Así que es probable que muera en las siguientes horas. Pero va a tocar.
- Eres un genio. - exclamó Sasha - Eres un puto genio... carajo... Avedis, ey, dame un bombo.
Y Avedis dió un bombo.
Las lágrimas de Sasha querían volver a manifestarse, sus ojos querían lagrimear, pero con todo lo que había pasado ese día, ya no había espacio para ello. De todas formas, a su costado, Jhon Duarte, que en todo ese tiempo había sido la persona más serena del dúo, empezó a humedecer sus mejillas y a taparse el rostro con el antebrazo.
- Vamos, repasemos las canciones hasta las 10.
La gente empezó a llegar a eso de las nueve p.m. Protegidos por el telón improvisado, Bored siguió practicando. El sonido era bueno, e incluso las incorporaciones metálicas de Avedis le daba un sabor distinto a la música. La luz jamás lo llegaba a apuntar completamente, y la mole en la que se había convertido pasaba desapercibida. Sasha entendió pronto que sus aspiraciones musicales, ser escuchados por el pequeño productos, poco importaban. Esa sería posiblemente la última noche de Avedis. Su amigo solo pendía de sus ganas de tocas la bateria. Su cerebro estaba eliminando otras capacidades en favor de únicamente quedarse con la de tocar la batería. Probablemente a ese punto, Avedis ni siquiera estaba consciente de que estaba en su ansiada presentación, solo estaba consciente de la exhaustiva rutina de canciones que habían practicado. Sasha queria honrar ese momento.
A las 10 y algo más, Bored salió a su gran presentación. Sasha era la que siempre hablaba por el grupo, así que puso su mejor cara e hizo la mejor actuación de showoman que pudo sacar. Era lo que se merecía Avedis. Sus palabras pronto empezaron a revolotearse en el viento atrapado dentro de La Falla, como polillas que se iban hacia el techo, tratando de irse a la luz a trompicones en el aire. Poco a poco, mientras tocaban las canciones, el público se iba disipando. Cada vez se sentían menos, y el ruido se sentía más lejano. Sasha entendió, entonces, que el público ya no era lo importante. Estaba en un estado de éxtasis que no sabia si compartía con Jhon Duarte y su bajo, tan lejos de ella, tan simple y tan duro. En ese momento, Sasha se dejó llevar por la música, y si sintió que sus pies se elevaban del suelo en algún momento, era parte de todo lo real que estaba pasando alrededor.
Avedis parecia el mismo de siempre, desde su posición en la bateria que ella no volteaba a ver. Simplemente pasaba a la misma canción y Avedis reaccionaba, hacia el un, dos, tres, cuatro en el hi-hat y los instrumentos empezaban otra vez en su rock estridente. Sin verlo, Sasha lo imaginaba completo, en su sudorosa gloria, con su melena media crecida y un collar fingidazo que saco de algún lugar recóndito. No había mucho tiempo para el ocasional intercambio de palabras con el público, para tomarse un descanso o siquiera para anunciar a todas las canciones por nombre. Sasha y Jhon habían tomado mucha agua, habían engullido dos sobres de galletas y se habían metido unas pepas estimulantes cortesía de los organizadores. Porque no valía en esta carrera contra la muerte perder el tiempo. No valía detenerse a descansar. Tenían que ir de corrido, por cuarenta minutos si era posible. Tenían que lograr que Avedis termine todo el set.
Nunca antes las canciones habían sonado tan poderosas, con tanta fuerza y tanta velocidad. El público, ignorante ante el espectáculo apocalíptico de Bored, seguía saltando, subiéndose y tirándose del escenario y empujándose entre sí. La Falla estaba llenísimo, y en cualquier momento se podía argumentar que se movía por sí misma y que emitía vida.
El set acabó tan intempestivamente como empezó. Sasha anunció la última canción de manera apresurada, tocaron y Avedis dió el golpe final en su batería. Rápidamente, Sasha se despidió de su público y esperó a que el telón de chiste se cerrara y pudiera regresar a ver a su amigo, al mejor baterista del planeta esa noche.
Al cerrarse el escenario, Sasha vió a Jhon ya en movimiento, recogiendo a Avedis y tratando de pararlo mientras le agitaba las mejillas. Avedis ya estaba en las últimas, ya no podía seguir resistiendo más y la pequeña bomba que fungía de enorme corazón iba a desistir en cualquier momento. Estando ensamblado, literalmente, a una batería, el largo cuerpo adolescente de Avedis parecía reducido ante la máquina, pero Sasha y Jhon veían más bien a alguien que, por fin, había logrado tener una presencia física que correspondía al monstruo detrás del kit que ellos conocían. Unos pasos se escucharon al lado del escenario, y, con cierto temor, Jhon y Sasha vieron a un menudo personaje entrar a su escenario, tapado por la luz improvisada del sitio.
- Felicitaciones, Bored. Sonó fantástico. - dijo tranquilamente la voz de la persona, y Jhon y Sasha tardaron en reaccionar.
Sasha siempre había sido la vocera del grupo, pero en esos momentos no queria interrupciones. Responder era futil, pero al mismo tiempo, esto era por lo que había luchado Avedis, la razón por la cuál quiso tomar ese escenario, su escenario. Ahuyentar al productor seria una falla.
- Muchas gracias. - respondió Sasha con la voz temblorosa pero firme, con una mano encima del hombro de Avedis.
- ¿Es un mal momento? Quisiera poder hablar con ustedes sobre visiones, proyectos y eso.
En ese instante, debajo de la luz tenue y el escenario oscuro con un público ruidoso del otro lado, se escuchó un sonido de ahogo. Avedis, quien estaba en los brazos de Jhon, dió un último suspiro ahogado y tendió su cabeza en el hombro de su compañero de banda para entrar en un sueño muy real del que no despertaría jamás.
Comentarios
Publicar un comentario